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STEVE JOBS: "If today was the last day of my life, would I want to do what I'm doing today? And If the answer was no for too many days in a row, I would definately know that I need to change something."

lunes, 5 de octubre de 2015

Un derbi se gana.

Un derbi hay que jugarlo. Un derbi hay que ganarlo, da igual si marcas con las manos o simulas un penalti mientras el árbitro no te vea. Un derbi hay que ganarlo sí o sí. Se enfrentan dos de los mejores equipos del mismo pueblo/ciudad/país. Hoy juega por un lado la razón y el sentido común, hoy vestidos de negro y por otro la emoción del sentimiento, vestidos de: depende del día. Y, el árbitro. Aquel que dice lo que esta bien o no. Aquel que te dice lo que puedes hacer y lo que no puedes ni saltarte un centímetro. Aquel tópico de dar las gracias por ser educado o de simplemente poner buena cara cuando deseas aplastar al rival.

Aunque antes de empezar todas las casas de apuestas dan como ganadora la razón, como los partidos anteriores, este se juega en el campo. Esta hoy juega en casa, delante de toda su afición. Tan políticamente correctos dejan sacar al equipo rival como acto de valentía y simpatía.

Enseguida la razón roba la pelota y empieza a construir su maravilloso juego. Como si del mejor fútbol se tratara empieza a exhibirse por todo el campo dejando ver como la emoción del sentimiento corre tras ella, corre siempre tras el balón. El equipo que hoy viste de luto no tarda mucho en marcar su primer gol gracias a uno de sus mejores pensamientos.

Empieza la segunda parte, que aunque dicen que nunca son buenas, empieza mejor para el equipo rival. La emoción del sentimiento, latido a latido, va acercándose cada vez más a el área rival. Finalmente, e inevitablemente nace, sin ningún precedente alguno y como si se tratara de una flor silvestre el gol que pone el empate en el marcador. No solamente suman un tanto, sino que también le devuelve la ilusión a los pocos aficionados que se han desplazado para ver sufrir su equipo en un partido que empezaban perdiendo. Aquella ilusión eterna que renace en muy pocas ocasiones del alma de los aficionados. Aquella que muchos pasan la vida buscando y nunca encuentran. Aquella que como más busques menos veras. Aquella que no te acabara dando la vida a no ser que lo hagas realidad.

Con un inesperado empate que ni uno mismo entiende el partido se tendrá que resolver en los penaltis, donde la suerte desempeña un papel imprescindible. Es justo en esta situación y momento del partido donde las derrotas duelen más, como si de un manotazo en la cara se tratara. En este momento toca, probablemente, lo más difícil: elegir y desempatar.

Un día aprendí que prefiero ser feliz a tener razón. Un día aprendí que empiezas a vivir la vida cuando entiendes que nada es eterno. Un día aprendí que cuanto más dura es la caída más grande es la lección. Un día aprendí que la soledad es mala compañera y el silencio peor destino. Hoy te pido perdón por mañana.